Se le reconoce y asocia con atractivos, productos, servicios y marcas que se convierten en su carta de presentación ante el mundo. Paradójicamente, esto no sucede con uno de sus mayores potenciales y fortalezas: su gastronomía.
Mientras naciones vecinas, como México y Perú, transformaron su cocina en referente cultural y turístico y se han ido por el mismo sendero de la excelencia y la aceptación universal de comidas como la francesa y la mediterránea, declaradas patrimonio inmaterial de la humanidad, la criolla no tiene peso ni se le identifica por fuera de las fronteras.
Su suerte debería ser otra si consideramos que existen por lo menos siete regiones definidas con oferta gastronómica de calidad, representativa de las expresiones culturales de nuestra raza, nuestra idiosincrasia y nuestros cultivos. Es una comida con identidad, antigua como la mexicana o la peruana, surgida de la multidiversidad étnica del pueblo, con sus rasgos particulares y fruto de creación colectiva.
La gastronomía está directamente asociada con el turismo y en la industria actual toma fuerza la tendencia hacia la búsqueda de destinos con atractivo cultural, donde el viajero moderno, poco propenso a la llamada cocina internacional, prefiere explorar los platos típicos: el sabor particular, el olor característico y el atractivo visual de lo local.
Durante el V Congreso de Comidas Andinas, celebrado en Bogotá, el viceministro de Turismo, Óscar Rueda García, mostró que el tema no le es ajeno al Gobierno y, resolución en mano, convocó una comisión integrada por Mincomercio, Mincultura, Proexport, Fondo de Promoción Turística, Acodrés, chefs, académicos e investigadores para determinar un plan estratégico que permita seleccionar una oferta gastronómica puntual e integrarla a la turística. El estudio para promover los tesoros silenciosos de nuestra cocina se suma al nombramiento del gerente para un proyecto que echó a andar el Ministerio, denominado Gastronomía Colombia Atractivo Turístico.
La idea es que algunas comidas ancestrales con sus esencias incorporadas pasen a manteles dentro de la gastronomía contemporánea para deleite de viajeros que buscan destinos como el nuestro, abundantes en paisajes naturales y en calidez humana. Rescatar la riqueza gastronómica, valorizarla y compartirla con el mundo, insertándola dentro del imaginario global, poniéndola en su boca, es un desafío que vale la pena asumir.
Con el impulso anunciado por el Gobierno, los restaurantes de cuatro y cinco tenedores tienen en hervor una buena opción promocional: incluir en sus cartas de servicio al menos uno de nuestros platos típicos.
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